Hace ya casi un mes, fuimos en busca del Chorrito una amiga y yo, subimos una loma entera de una montaña que salia desde Robledillo, pero ningún sonido de agua, el cansancio y la hora que se nos echaba encima hicieron que desistiéramos.
Cuando de nuevo decidí ir en busca del Chorrito desde Robledillo, que esa era nuestra misión, enlazarlo con Sierra de Gata, también nos perdimos, pero esta vez estaba todo planeado, los niños se quedaban despues de clase con los abuelos y eso nos daba margen para perdenos y encontrarnos las veces que hiciera falta, pero yo no me iba de allí sin encontrarme cara a cara con esta delicia salvaje. También hay que decir que nos perdemos a la hora de encontrar de donde salía el sendero para llegar hasta el, pero gracias a el Samurai, solo era cuestión de dar vueltas con el coche hasta encontrar la salida del sendero.
Continuamos por la carretera que va más allá de Robledillo, nos pasamos el cruce y llegamos hasta el límite con Salamanca, fotografías que recojo en esta entrada, porque me pareció preciosa. Luego al volver hacia abajo, ya vimos el cartel que nos inciaba que por allí se llegaba al Chorrito!!! y esta vez subímos toda la loma de la montaña, pero con el coche, mucho más sencillo y cómodo.
Cuando empezamos la senda, pensaba que iba a ser un paseo, que saldría el agua de lo alto de la montaña y no podía estar muy lejos. Fuí con unos botines de suela plana, de esos que resbalan, durante casi todo el camino, y tenía tantas ganas de llegar que no me estaba dando cuenta de que mis pies se estaban empezando a resentir…..una ampolla que me ha durado varios días después, y lo más grave es que encima tenía zapatillas en la mochila para cambiarme, pero no encontraba el momento de hacerlo porque quería abanzar y abanzar…
Hay un momento en el que bajas 1000 metros en 1 kilómetro, eso acompañado de una alergia que galopaba por todo mi cuerpo, la falta de pañuelos y de agua para beber hacía que camináramos aún con más ansia.
El instante en el que tomas una curva y ves de repente esa cantidad de agua cayendo libre sobre las paredes de canchales gigantes, es de admiración por muchas fotos que hayas visto, no perdáis la oportunidad de coger vuestras mochilas, las botas de montaña y salir a disfrutar de este maravilloso tesoro de naturaleza que tenemos al lado de casa.
«El sonido del agua quebrándose entre los enormes canchales,
no me dejan escuchar tu voz, solo veo mover los labios
y una carajada se confunde con mi lado salvaje.
Descalzo los pies heridos, rojos del camino
desnudos los introduzco el el agua helada,
que mansa despues de la caída,
descansa pura en la poza.
Envidio a unos pajarillos que confiados,
vuelan entre las hojas verdes de los árboles frescos cercanos,
cantan y balancean sus cuerpos envueltos en mil colores
y mi pelo con el viento danza con ellos.
Me tumbo encima de una roca, suave de color gris,
desgastada por la fuerza del agua pero ahora caliente,
te sientas junto a mi, no hablamos, solo suspiramos admirando la belleza,
acariciamos el paso del tiempo marcado por los rayos del sol y alguna nube compasiva.»