Conocí a Fernando hace ya muchos tiempo, cuando era pequeña en aquellos veranos eternos en los que caminaba entre risas y descubrimientos con su hermana pequeña.
Unos años mas tarde coincidimos en un taller de escritura en Moraleja que consiguió que un grupo de gente muy peculiar y con unos mundos interiores muy complejos y variopintos nos abriéramos para aprender los unos de los otros.
Hoy, después de mucho tiempo sin saber nada de Fernando lo vuelvo a encontrar y consigue de nuevo sorprenderme….
¿Cuál es el lugar al que regresas siempre cuando vuelves a Cilleros?
Lógicamente a casa de mis padres, que es donde recupero todos los recuerdos de la infancia. Para mí, no hay mejor sitio al que regresar.
Que es lo que más te gusta hacer en el pueblo?
Sobre todo aprovecho para estar con mi familia. El resto lo dedico a hacer cosas sencillas: tomar los vinos con mi padre o con amigos, jugarme el café a las cartas con los abuelos, descansar, dar un paseo por la dehesa…
Un recuerdo de la infancia que te haga sonreír
Afortunadamente tengo muchos recuerdos de infancia que me hacen sonreír. Creo que es una de las ventajas de los pueblos, que llenan tu vida de recuerdos felices. Todos los niños de entonces vivíamos en la calle, con mucha libertad de movimientos. Esto daba para hacer muchas cosas (buenas y malas) y para llenar la maleta de los buenos recuerdos.
¿Cuándo empezaste a crear canciones y te diste cuenta que era tu manera de comunicarte?
Yo siempre he sido más de escribir, pero en la universidad le puse música a una de mis letras y la canté en directo por primera vez. Desde entonces no he sabido ni querido parar. La música me permite llevar a otro nivel las cosas que escribo, además de que supone para mi un aprendizaje permanente y me permite compartir con los miembros de mi grupo, Malandanza, momentos únicos e imborrables.
¿Dónde sueles ir a caminar cuando vuelves a Cilleros, y cual es tu hora favorita?
No soy mucho de caminar, pero me encanta volver a la zona de la charca de la dehesa de mi pueblo. Éste también es un sitio donde he vivido grandes momentos (contables e incontables). Tengo pendiente subir de nuevo a la sierra y disfrutar de las impresionantes vistas. De momento, la pereza y la falta de tiempo, me pueden.
Qué es para ti Sierra de Gata
Es el gigante dormido. Una tierra con infinidad de posibilidades que está empezando a despertar. De nosotros depende que se convierta en un sueño. Me consta que hay muchas y buenas iniciativas que van en ese camino. Esperemos que no llegue algún iluminado y se las cargue.
Cuéntame algo sobre tus nuevos proyectos…..o si quieres contar alguna otra cosa que quieras mostrar.
Sigo con mi trabajo, con mis canciones, mi música, mis amigos, mi familia… Aprendiendo de todo y especialista en nada.
Recuerdo de Cilleros en cinco sentidos
Vista
Veo la niebla prendida de la sierra
un desfile de batas y mandiles
la Teresa, el mandao, corre-ve-y-dile
y balcones en flor, calles de piedra.
Veo un niño peinado ante el espejo
dos rombos a escondidas tras la puerta
los hombres regresando de las huertas
el rostro del futuro en cada viejo.
Golondrinas volando a ras de suelo.
Vecinas santiguándose en los duelos.
Oído
Oigo pasos de mi madre en la cocina
a María, la lechera, en el rellano
dos viejas que se hablan con las manos
un “te quiero” fugaz en la cabina.
Oigo un coche que no es el de mi padre
las verbenas lejanas de La Pica
¿es con uve o con be, Doña Juanita?
un responso cobarde y miserable.
Rumor de padrenuestros en la escuela.
Granizo rebotando en las aceras.
Olfato
Huelo a leche saliéndose del cazo
el arado reciente en los olivos
el olor a tabaco (sumo y sigo)
huelo besos mojados, huelo abrazos.
Huelo a sangre cuajada en la matanza
a incienso, cera y cal de sacristía
a pólvora en San Blas, a chaquetía,
a lumbre bajo aperos de labranza.
El preludio de noche de tormenta.
El aroma a verano tras la puerta.
Gusto
Cilleros sabía a invierno y acerones
a dedo en la masa de las roscas
las dos bolas de anís en Los Acosta
a Fruco, a chocolate con bufones.
Las meriendas a plan de pan y queso
comulgar con el cielo de la boca
manzanas de San Juan (siempre son pocas)
imborrable el sabor del primer beso.
Fresa ácida, altramuz, polos de leche
Canela, regaliz, bollos de aceite.
Tacto
Toco el hule esperando el desayuno
estocada y ovación al practicante
las rodillas peladas por tres partes
la varita de olivo para el culo.
Mis manos, inexpertas, en su pelo
mil dedos recortando cartulinas
la tiza, la tensión del tirachinas
arena, los bolindres por el suelo.
El tacto de la hierba en primavera.
Mi infancia se quedó en la ronchaera.
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Gracias Fernando, por sin saberlo formar parte de mi infancia, tenemos pendiente un paseo.